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Satanás Olin |
jueves, 11 de abril de 2013
Anda suelto el diablo
martes, 26 de marzo de 2013
Cacama hace de nuevo de las suyas.
Esta vez no fue un tanque de gas, ni tampoco fue en la madrugada. Esta vez cacama dijo que se dedicaba a la talacha y que por eso llevaba la llanta, pero como iba hasta la madre de pedo la poli no le creyó. Se salvó de irse a la grande una vez más, mínimo le darían otros 5 añitos.
Esto es lo que dice el periodicucho "Los Tuxtlas"
San Andrés Tuxtla, Ver. Integrantes de
la Policía Municipal de esta ciudad, llevaron a cabo el arresto de un
ebrio ciudadano que responde al nombre de José Luis Chávez Moreno de 39
años de edad, con domicilio en la comunidad de Calería.
Los integrantes de la corporación
policiaca, acudieron a la solicitud de auxilio realizada por un
integrante de la Policía Auxiliar del IPAX, quien les reportó que un
sujeto se estaba robando una llanta de una camioneta cerca del lugar
donde estaba de vigilante, en esta ciudad.
El presunto ladrón fue sorprendió por
una patrulla que acudió al lugar de los hechos, cuando apenas intentaba
alejarse con su carga a cuestas, por lo que fue asegurado y trasladado a
los separos de la cárcel municipal, donde finalmente quedó en libertad
después de pagar la multa correspondiente, en virtud que la persona
agraviada solo pidió le devolvieran la llanta ya que no procedería
legalmente en su contra. Fuente: .http://www.diariotuxtlas.com/2013/03/le-cayeron-en-pleno-acto-ilicito/
jueves, 14 de marzo de 2013
Saludos a Rubén Mtz Viveros AKA "la bruja", que está en los iunaites
ay ueeero, uan-o u jal-as e la elejeun-aria, vas a ener u er-ga ien hranoo-a y e as a an-ar oda oda. A ver bruja descifra este mensaje.
Cabe destacar que la bruja era cabrón para montar toros, empezó motando perros y finalmente montó al papá de satanás, el toro comoapeño al que no le aguantaba nadie. La bruja fue de la escuela de los villegas, que tiempos aquellos cuando los jaripeos se hacían en el campo de la primaria.
Te manda saludos el club de pachulenca, cachún, cacama y todos los demás petroleros.
Cabe destacar que la bruja era cabrón para montar toros, empezó motando perros y finalmente montó al papá de satanás, el toro comoapeño al que no le aguantaba nadie. La bruja fue de la escuela de los villegas, que tiempos aquellos cuando los jaripeos se hacían en el campo de la primaria.
Te manda saludos el club de pachulenca, cachún, cacama y todos los demás petroleros.
jueves, 10 de enero de 2013
Por error entamban al Cara Vieja
El lesionado manifestó llamarse Leonardo Paxtian Ruiz, y aseguró que fue atacado con un cuchillo “mata cochinos” por Basilio Toxtega González, alias “El Cara Vieja” de 38 años de edad y con domicilio en la localidad de Calería.
viernes, 11 de mayo de 2012
Fallece Don Jonás Suarez AKA "El grandote Jonás"
Un poquito tarde pero subo la noticia para la gente que está fuera, fallece el Sr. Jonás Suarez, muy querido y apreciado comerciante y ciudadano de nuestro querido Calería. Quien no recuerda su buen humor en sus mejores épocas. Amigo de todo el pueblo. Descanse en Paz.
miércoles, 28 de diciembre de 2011
Kamala bailando en el heivi
Kamala bailando en el Heivi, al fondo se aprecia al gato fararoni y cerca de la lente a cacama reloaded.
miércoles, 23 de noviembre de 2011
La historia detrás del mito: Chivete
Eran las 8 de la noche del 31 de diciembre de 1987 en el barrio San Miguel, chivete andaba cruzado y acechaba por la ventana de la cantina "el psicodélico" (propiedad de Manuel Chapol "papa meco" (QEPD), y, aprovechandose de un descuido en lo que "papa meco" fue al baño, que entra chivete y le roba 500 mil pesos (de aquel entonces) sin que nadie se diera cuenta. Como a la media hora, chivete regresó y se compró como 5 cartones de caguamas y se los repartió a la banda que pasaba por la calle. Ya como a las 11 de la noche, "papa meco" razona un poco sobre cómo le haría chivete para pagar ¡5 cartones de caguamas! si a duras penas bebía perro negro cuando bien le iba. Explicaré brevemente a la nueva generación lo que es el perro negro: El perro negro es una bebida alcoholica inventada por "el grandote Jomás", que consiste en partes iguales de Coca-Cola y Alcohol de caña (aunque hay quienes solo le ponen coca para colorear, y recientemente chabela baxin vende puro alcohol con agua, el llamado "aguacatazo"), es depositado en una bolsa de polietileno, amarrada por el agujero y se les da unas palmaditas para que pegue. Bueno, regresando a la historia, resulta que a don "papa meco" se le iluminó el coco ¡y que revisa el cajón! dándose cuenta del descalabro de chivete. Entonces salió, le dio unas cachetadas a chivete y le exigió la lana, chivete no le dio nada pues a esa hora ya había mandado hasta por las botanas, así que tuvo que echarle a la "heroica" policía municipal, pero chivete se las olió y se "peló 'pal monte", hacia las vegas de tabaco de "Tilapiya". El pobre chivete recibió el año literalmente tiritando de frio, allá por la poza de Tilapiya, huyendo de la "heroica" policía golpea teporochos, pero el gusto de amanecer bien pedo y con cerveza, ya nadie se lo quita.
Trivia
¿Alguien recuerda esta? ¿Quién la decía?
"¡Qué vas a saber de amores... si nunca has besado a un choto!
"¡Qué vas a saber de amores... si nunca has besado a un choto!
lunes, 19 de septiembre de 2011
Enganchados (Historia inspirada en Calería)
"CUANDO LOS PONGAS A COcer hazlo en olla de barro, en fogón y con lumbre de leña, cuando ya hiervan, échale dos dientes de ajo blanco pelados, si se ponen negros bótalo todo... porque dentro anda la muerte..."
Esa era una de las reglas de vida para mi abuelo. Las demás eran pocas y simples: no le pegues a la mujer, no le faltes al amigo y NUNCA tomes más de dos vasos de aguardiente; SIEMPRE primero Dios. Casi toda su vida se llamó Luciano Telona Mixtec, por lo menos durante su juventud; cuando yo le conocí ya contaba ciento siete años y le mentaban tío Chanito. Aunque no siempre tuvo nombre en español y cuando llegó aquí tenía diez y siete años.
Es de que mi abuelo era Yaqui. Y a los yaquis les pone nombre el viento. Para otros podía pasar por Seri o Navajo o Tarahumara, pero sólo quien es sabe lo que significa serlo. Nunca pronunció su verdadero nombre, pues esto le restaba fuerza a su espíritu. Lo recuerdo enterrando sus uñas cerca de un árbol y haciéndose a un lado para que no pisaran su sombra. Hablaba de Pótamo -su puerto natal- y se le llenaban los ojos de mar.
- La bendición tío Chanito.. -Dios te bendiga, hijo... Todos los días, toda la gente le decía. Qué día me llevó a San Andrés y me compró una biblia que le costó cincuenta pesos. Justo lo que pagaron por mí, me dijo. "Eran tiempos del tal don Porfirio y su gente iba por nosotros para trabajar en el henequén". Él costó sólo cincuenta pesos por no ser tan alto aunque sí corpulento y sobre todo fuerte.
Los aquellos cincuenta pesos de la venta se los dieron a su madre, que se quedó preguntando cuándo volvería a ver a su hijo y con la esperanza de que una vez que él estuviera trabajando en Yucatán le mandaría su raya semanal y así podrían seguir cultivando las dos hectáreas de ella y sus otros ocho hijos sin padre. Pero se quedó esperando, comiendo miseria, muriéndose a poco con el único pago que recibió por su hijo mayor.
Los enganchadores lo dejaron en Veracruz. Tendido con fiebres, regalado a quien quisiera. Decía mi abuelo que llegó a Santa Rosita, la finca donde trabajaría, once años antes que la Revolución. Un día muy soleado y con la camisa pegada a las espaldas por el sudor y la fiebre y con los ojos llenos de preguntas. Ya luego las preguntas se le fueron acabando aunque guardó las suficientes para llegar a viejo.
"Daba gusto ver aquel verdor de unas hojas grandes pegadas a un palo no muy grueso y a la orilla de la parcela los platanares con sus majaguas". Ya luego aprendió los nombres de cada clase de tabaco, de cada hoja, de cada mata de plátano, de cada penca, de cada estrella en aquellas noches sin sueño. También el nombre de cada parte de su espalda, de cada músculo contraído y exprimido y azotado. Aprendió a desrraizar, ahoyar, aterrar, deshijar y todo esto. Tuvo que vivir casi diez años en un jacal de costaneras y lámina de cartón y tuvo que aprender a pronunciar el español y a decir "Dons Torres" que así le gustaba al patrón, don Manuel viejo, que le dijeran.
Nunca fue hombre de pleito pero tampoco gustó de la injusticia. Por eso conoció la Ceiba, aquel inmenso árbol donde se embadurnaba al hombre en la corteza haciéndolo abrazarse al tronco y sujetándole con unas cuerdas aceitadas y se le castigaba con el fuete del patrón, seña cierta de autoridad que tenía el capataz para azotar a quien faltara. Por aquel entonces la justicia media un poco más de medio metro. Mi abuelo faltó muchas veces. Cuando pidió más comida, cuando defendió a la mujer, cuando se enfrentó a la injusticia del día. Pero nunca cayó en el foso en que caían los que ya no podían mantener duros los brazos y las piernas después de tres azotes de cuarenta varazos cada uno.
Qué día golpeó al capataz. Creo que fue por lo de la tienda de raya. Le quitó el fuete para azotarlo, la gente se alborotó y tuvo que venir Manuel hijo, Manolillo, como le decían, a quién también abofeteó. La gente se alzó más y
tuvo que venir la tropa de San Andrés. Mi abuelo mal herido tuvo que arrastrarse casi doce kilómetros, huyendo, hasta la parte que llaman Maxacapan, de éste lado de la Laguna de Catemaco.
Aquél quince de mayo de mil novescientos ocho fue un día importante para nuestras familias, pues ese día nos ganamos la dignidad a cambio de la vida de seis hombres y ciento veinte azotados. La gente, nuestra gente, adoptó el santo del día como patrono, San Isidro Labrador. Cada quince de mayo son nuestras fiestas del pueblo. Pero lo más importante fue que por aquellos días sucedió la historia que mi abuelo siempre contaba. Y es que los viejos son así, cuentan una historia hasta que la aprendemos de memoria y podemos repetirla. O la entendemos...
Ya estando en la Laguna -según decía- halló una cueva donde pensó refugiarse para pasar la noche, pero a causa de las heridas y la sangre que perdió se quedó contemplando el sol por un momento para descansar. Tenía sed. Sí, mucha sed.
Se arrastró hasta la cueva y entró. Pero ésta se transformó toda de cal quemante, le ardía toda la piel. Sopló un fuerte viento de angustia y apareció aquel demonio. Desfilaron delante de él las sombras de todos aquellos enganchados que llegaron y murieron lejos de sus tierras y familias. Otro hombre, su coate, que murió el día que ambos nacieron, su tonal y un ato de indios que lloraban y con sus lágrimas formaban un camino. El demonio le miraba sonriente mientras fumaba un puro y le ofrecía muchos reinos del mundo... pero él, tomando un tizón que estaba ahí tirado y encendido, dibujó como pudo una ventana en la pared de cal y abriéndola logró respirar apenas. Sofocado cayó mientras unos se le acercaban hablándole algo que no entendió.
Fueron los mismos hombres que le atendieron durante veinte días hasta que volvió en sí y pudo hablar. Los mismos que le apodaron "el calero" porque cuando lo encontraron estaba lleno de cal en toda su ropa y la herida, tirado cerca de la laguna, delirando.
Mi abuelo aprendió a sobrevivir en la sierra, huyendo, hasta que la Revolución lo hizo hombre y le enseñó que un Máuser sólo es útil en manos nuestras, nunca en las de los contrarios. En la sierra hasta que las condiciones permitieron que la fundación de San Isidro Calería se hiciera oficial y legítima y se pudiera vivir en casas con corrales y puercos y gallinas y niños y perros. Y las leyes de don Benito se aplicaran y hubiera un registro civil donde ponerse nombre y asentarlo y hubiera un poco de esperanza y una escuela pública. Mientras aprendió a comer hongos y yerbas.
Mi abuelo todavía no muere.
Es de que un día amaneció mas dormido que siempre y tuvimos que enterrarlo, en las misma fosa que a mi abuela doña Chonita, con su ropa blanca de yaqui y su sonrisa en la cara. Pero mi abuelo aún no muere. Por eso te escribo esta carta, hija. Porque le está creciendo la barriga a tu mamá y sé que pronto vas a nacer y debes tener conciencia de que mi abuelo era yaqui y que, como muchos enganchados, llegó con los ojos llenos de preguntas, como tú lo harás dentro de poco. Porque debes de saber que desciendes de una familia digna y honesta, límpia, lavada con sangre de sus hermanos y no debemos humillarnos.
Por eso te escribo. Y porque está lloviendo en Calería. Y porque ha crecido la corriente hasta enca tía Bertita y el agua tiró toda la flor del palo de naranja... y también porque aprendí a escribir bien en la escuela rural.
Y porque quiero que sepas que estamos inciertos pues el norte está soplando fuertemente y no hemos salido a trabajar.
Ah, y para que sepas que nunca como hongos....
Para Tí que preguntaste: ¿Por qué se llama Calería.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Seguramente no se llama Calería por ese motivo, por demás apócrifo, pero ese día no se me ocurrió otra cosa. Y si no fue así...? Quién dice YO para explicármelo? hace unos años intenté investigar y no dí ni con media pista así que supuse que si la historia no era de nadie entonces era de quien la tomara, o sea mía. Lo curioso es que cuando le presenté este pequeño cuentito a Eugenia Revueltas -hija de Silvestre, el músico- maestra muy apreciada, me dijo: "algo así escribió tu prima Maribel.. por qué no se ponen de acuerdo y hacen una sola versión?" La suya no era igual, por supuesto, pero llevaba la misma fantasía de inventar un motivo y era el primer capítulo de una novelita que ella escribía así que un sábado por la tarde nos dedicamos a platicar sobre chaneques, Don Juan el cazador, de cómo se formó el Salto de Eyipantla y Juan Oso, para escribirlas, algunos sábados mas tarde ella se fue ... ni modo. a Juan Oso lo encontré, por cierto, en Lokis de Prosper Mérimée, así que algún día tendré que escribirlo, pero distinto. Bueno, caleros, yo ya puse mi parte, ahí se las dejo, tómenla o escriban la suya...
El Poeta Maldito de Bolsillo.
Esa era una de las reglas de vida para mi abuelo. Las demás eran pocas y simples: no le pegues a la mujer, no le faltes al amigo y NUNCA tomes más de dos vasos de aguardiente; SIEMPRE primero Dios. Casi toda su vida se llamó Luciano Telona Mixtec, por lo menos durante su juventud; cuando yo le conocí ya contaba ciento siete años y le mentaban tío Chanito. Aunque no siempre tuvo nombre en español y cuando llegó aquí tenía diez y siete años.
Es de que mi abuelo era Yaqui. Y a los yaquis les pone nombre el viento. Para otros podía pasar por Seri o Navajo o Tarahumara, pero sólo quien es sabe lo que significa serlo. Nunca pronunció su verdadero nombre, pues esto le restaba fuerza a su espíritu. Lo recuerdo enterrando sus uñas cerca de un árbol y haciéndose a un lado para que no pisaran su sombra. Hablaba de Pótamo -su puerto natal- y se le llenaban los ojos de mar.
- La bendición tío Chanito.. -Dios te bendiga, hijo... Todos los días, toda la gente le decía. Qué día me llevó a San Andrés y me compró una biblia que le costó cincuenta pesos. Justo lo que pagaron por mí, me dijo. "Eran tiempos del tal don Porfirio y su gente iba por nosotros para trabajar en el henequén". Él costó sólo cincuenta pesos por no ser tan alto aunque sí corpulento y sobre todo fuerte.
Los aquellos cincuenta pesos de la venta se los dieron a su madre, que se quedó preguntando cuándo volvería a ver a su hijo y con la esperanza de que una vez que él estuviera trabajando en Yucatán le mandaría su raya semanal y así podrían seguir cultivando las dos hectáreas de ella y sus otros ocho hijos sin padre. Pero se quedó esperando, comiendo miseria, muriéndose a poco con el único pago que recibió por su hijo mayor.
Los enganchadores lo dejaron en Veracruz. Tendido con fiebres, regalado a quien quisiera. Decía mi abuelo que llegó a Santa Rosita, la finca donde trabajaría, once años antes que la Revolución. Un día muy soleado y con la camisa pegada a las espaldas por el sudor y la fiebre y con los ojos llenos de preguntas. Ya luego las preguntas se le fueron acabando aunque guardó las suficientes para llegar a viejo.
"Daba gusto ver aquel verdor de unas hojas grandes pegadas a un palo no muy grueso y a la orilla de la parcela los platanares con sus majaguas". Ya luego aprendió los nombres de cada clase de tabaco, de cada hoja, de cada mata de plátano, de cada penca, de cada estrella en aquellas noches sin sueño. También el nombre de cada parte de su espalda, de cada músculo contraído y exprimido y azotado. Aprendió a desrraizar, ahoyar, aterrar, deshijar y todo esto. Tuvo que vivir casi diez años en un jacal de costaneras y lámina de cartón y tuvo que aprender a pronunciar el español y a decir "Dons Torres" que así le gustaba al patrón, don Manuel viejo, que le dijeran.
Nunca fue hombre de pleito pero tampoco gustó de la injusticia. Por eso conoció la Ceiba, aquel inmenso árbol donde se embadurnaba al hombre en la corteza haciéndolo abrazarse al tronco y sujetándole con unas cuerdas aceitadas y se le castigaba con el fuete del patrón, seña cierta de autoridad que tenía el capataz para azotar a quien faltara. Por aquel entonces la justicia media un poco más de medio metro. Mi abuelo faltó muchas veces. Cuando pidió más comida, cuando defendió a la mujer, cuando se enfrentó a la injusticia del día. Pero nunca cayó en el foso en que caían los que ya no podían mantener duros los brazos y las piernas después de tres azotes de cuarenta varazos cada uno.
Qué día golpeó al capataz. Creo que fue por lo de la tienda de raya. Le quitó el fuete para azotarlo, la gente se alborotó y tuvo que venir Manuel hijo, Manolillo, como le decían, a quién también abofeteó. La gente se alzó más y
tuvo que venir la tropa de San Andrés. Mi abuelo mal herido tuvo que arrastrarse casi doce kilómetros, huyendo, hasta la parte que llaman Maxacapan, de éste lado de la Laguna de Catemaco.
Aquél quince de mayo de mil novescientos ocho fue un día importante para nuestras familias, pues ese día nos ganamos la dignidad a cambio de la vida de seis hombres y ciento veinte azotados. La gente, nuestra gente, adoptó el santo del día como patrono, San Isidro Labrador. Cada quince de mayo son nuestras fiestas del pueblo. Pero lo más importante fue que por aquellos días sucedió la historia que mi abuelo siempre contaba. Y es que los viejos son así, cuentan una historia hasta que la aprendemos de memoria y podemos repetirla. O la entendemos...
Ya estando en la Laguna -según decía- halló una cueva donde pensó refugiarse para pasar la noche, pero a causa de las heridas y la sangre que perdió se quedó contemplando el sol por un momento para descansar. Tenía sed. Sí, mucha sed.
Se arrastró hasta la cueva y entró. Pero ésta se transformó toda de cal quemante, le ardía toda la piel. Sopló un fuerte viento de angustia y apareció aquel demonio. Desfilaron delante de él las sombras de todos aquellos enganchados que llegaron y murieron lejos de sus tierras y familias. Otro hombre, su coate, que murió el día que ambos nacieron, su tonal y un ato de indios que lloraban y con sus lágrimas formaban un camino. El demonio le miraba sonriente mientras fumaba un puro y le ofrecía muchos reinos del mundo... pero él, tomando un tizón que estaba ahí tirado y encendido, dibujó como pudo una ventana en la pared de cal y abriéndola logró respirar apenas. Sofocado cayó mientras unos se le acercaban hablándole algo que no entendió.
Fueron los mismos hombres que le atendieron durante veinte días hasta que volvió en sí y pudo hablar. Los mismos que le apodaron "el calero" porque cuando lo encontraron estaba lleno de cal en toda su ropa y la herida, tirado cerca de la laguna, delirando.
Mi abuelo aprendió a sobrevivir en la sierra, huyendo, hasta que la Revolución lo hizo hombre y le enseñó que un Máuser sólo es útil en manos nuestras, nunca en las de los contrarios. En la sierra hasta que las condiciones permitieron que la fundación de San Isidro Calería se hiciera oficial y legítima y se pudiera vivir en casas con corrales y puercos y gallinas y niños y perros. Y las leyes de don Benito se aplicaran y hubiera un registro civil donde ponerse nombre y asentarlo y hubiera un poco de esperanza y una escuela pública. Mientras aprendió a comer hongos y yerbas.
Mi abuelo todavía no muere.
Es de que un día amaneció mas dormido que siempre y tuvimos que enterrarlo, en las misma fosa que a mi abuela doña Chonita, con su ropa blanca de yaqui y su sonrisa en la cara. Pero mi abuelo aún no muere. Por eso te escribo esta carta, hija. Porque le está creciendo la barriga a tu mamá y sé que pronto vas a nacer y debes tener conciencia de que mi abuelo era yaqui y que, como muchos enganchados, llegó con los ojos llenos de preguntas, como tú lo harás dentro de poco. Porque debes de saber que desciendes de una familia digna y honesta, límpia, lavada con sangre de sus hermanos y no debemos humillarnos.
Por eso te escribo. Y porque está lloviendo en Calería. Y porque ha crecido la corriente hasta enca tía Bertita y el agua tiró toda la flor del palo de naranja... y también porque aprendí a escribir bien en la escuela rural.
Y porque quiero que sepas que estamos inciertos pues el norte está soplando fuertemente y no hemos salido a trabajar.
Ah, y para que sepas que nunca como hongos....
Para Tí que preguntaste: ¿Por qué se llama Calería.
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Seguramente no se llama Calería por ese motivo, por demás apócrifo, pero ese día no se me ocurrió otra cosa. Y si no fue así...? Quién dice YO para explicármelo? hace unos años intenté investigar y no dí ni con media pista así que supuse que si la historia no era de nadie entonces era de quien la tomara, o sea mía. Lo curioso es que cuando le presenté este pequeño cuentito a Eugenia Revueltas -hija de Silvestre, el músico- maestra muy apreciada, me dijo: "algo así escribió tu prima Maribel.. por qué no se ponen de acuerdo y hacen una sola versión?" La suya no era igual, por supuesto, pero llevaba la misma fantasía de inventar un motivo y era el primer capítulo de una novelita que ella escribía así que un sábado por la tarde nos dedicamos a platicar sobre chaneques, Don Juan el cazador, de cómo se formó el Salto de Eyipantla y Juan Oso, para escribirlas, algunos sábados mas tarde ella se fue ... ni modo. a Juan Oso lo encontré, por cierto, en Lokis de Prosper Mérimée, así que algún día tendré que escribirlo, pero distinto. Bueno, caleros, yo ya puse mi parte, ahí se las dejo, tómenla o escriban la suya...
El Poeta Maldito de Bolsillo.
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