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viernes, 14 de septiembre de 2007

Tlalocan


El Golfo de México es considerado por algunos como el lugar en el que está ubicado el mítico Tlalocan, lugar de la fertilidad y la abundancia. Las civilizaciones que se desarrollaron en la costa del Golfo y áreas interiores contribuyeron destacadamente al repertorio cultural del México prehispánico. Olmecas, totonacas, huaxtecas, nahuas y otras etnias se mantuvieron en movimiento constante a lo largo de toda el área mesoamericana, intercambiando experiencias y fundando las bases de los desarrollos posteriores.
Los entrelaces escultóricos tipo Tajín aparecen ampliamente distribuidos en una gran zona que incluye a Santa María Cotzamaluapa. Las construcciones circulares y semicirculares están configuradas en varios sitios arqueológicos mesoamericanos: Tzintzuntzan, Tula, El Tajín, Zempoala, Xochiquétzal. El símbolo de la alegría aparece tempranamente en las culturas del Golfo –como se aprecia en algunos objetos olmecas en barro, piedra y jade del área de San Lorenzo–, pero es en la época Clásica (100 a. C. a 900 d. C.) cuando alcanza su mayor esplendor en la civilización del río Papaloapan y donde la fijan en el eterno lenguaje del barro. Con el descubrimiento de la Estela número 1 de La Mojarra se confirmó la hipótesis de Alfonso Caso, en el sentido de que en la costa del Golfo está el origen de la escritura, la numeración y el calendario.
Entre los totonaca, el concepto prehispánico de ciudad está distante de nuestra concepción urbana occidental. En el Tajín y Cempoala, al igual que en muchas otras unidades urbanas de centros mesoamericanos mayores, el centro ceremonial con población dispersa permitió una clasificación de las funciones administrativas, de justicia y de comercio, junto con las religiosas, mientras que la gran población se localizaba dispersa en su rededor, dedicada fundamentalmente a las actividades económicas del cultivo de las plantas y a tareas complementarias como la caza, la pesca y la recolección.
En El Cuajilote, ubicado en el área de Filo- bobos, la traza urbana evoca el patrón teotihuacano en el manejo del espacio. Una figura de Xipe-Totec apareció en el periodo Clásico de La Mojarra, municipio de Alvarado, Veracruz, por lo que el concepto de fertilidad asociado a esta deidad constituye una de sus manifestaciones más tempranas en las llanuras pantanosas de Veracruz. El culto a Ehécatl también surgió tempranamente (162 d. C.), como puede apreciarse en la iconografía escultórica de la Estatuilla de Los Tuxtlas.
Para los huaxtecas, los parientes norteños de los mayas, separados de éstos por cuñas culturales de otras naciones a lo largo de los siglos, tal aire de familia queda testimoniado en el lenguaje1 y en las prácticas de la deformación craneana ,2 tan en boga como elemento estético en muchas sociedades mesoamericanas. Su escultura en piedra caliza tiene como motivo principal la figura humana, pero el contenido y el objetivo de la escultura están dirigidos a las deidades. Los huaxtecas representaron el plano frontal de los cuerpos disminuyendo el fondo, dando a las esculturas una forma aplanada; el tocado en forma de resplandor semicircular posterior en algunas de ellas es un atributo esencial de su arte. También se desarrolló una escritura abstracta que todavía espera mayores esfuerzos para su desciframiento; quizá algunas figuras oblongas esgrafiadas representen el símbolo del maíz.

http://www.uv.mx/gaceta/52/mar/mar2.htm

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